Desde el 3 de enero de 2023, los grillos domésticos (Acheta Domesticus) se han añadido a la lista de insectos comestibles que se pueden comercializar en Europa. Esta publicación ha provocado una ola de desinformación y noticias falsas, hasta el punto de que algunos ministros europeos se sintieron obligados a hablar sobre el tema. ¿Pronto encontraremos insectos comestibles escondidos en todo tipo de platos?
El desarrollo de la entomofagia: una sorpresa para la UE
La inclusión de insectos en nuestra alimentación se ha convertido desde 2012 en una tendencia emergente. Su riqueza nutricional, su bajo impacto ambiental y su diversidad culinaria han despertado un interés creciente. Sin embargo, el legislador europeo no había previsto una normativa específica para los insectos y, por lo tanto, no pudo reaccionar rápidamente. Los insectos no se consideraron oficialmente como Novel Food hasta 2018. Antes de esa fecha, las empresas debían cumplir con las normas generales de la industria alimentaria. La aceptación de ingredientes innovadores como los insectos comestibles depende en gran medida de la transparencia de los fabricantes y de las garantías de seguridad que puedan proporcionar.
¿Qué dice la ley sobre el etiquetado de alimentos?
Ya se trate de nuevos alimentos o no, las normas de etiquetado siguen siendo las mismas y deben cumplir con el reglamento europeo INCO. Los insectos comestibles no son una excepción. Así, la indicación de los ingredientes del producto, el tamaño mínimo de los caracteres y la información nutricional son obligatorios. Esta normativa garantiza que los consumidores estén completamente informados sobre lo que comen. Cualquier empresa que decidiera ocultar la presencia de insectos comestibles podría ser procesada por prácticas comerciales engañosas. La DGCCRF francesa puede imponer multas de hasta 300.000 euros a los infractores. A ese precio, es mejor no ocultar nada.
Ocultar insectos en nuestros alimentos puede ser peligroso
Ocultar la presencia de insectos comestibles en los productos alimenticios conlleva riesgos potenciales. Algunos consumidores que son alérgicos a los crustáceos también son sensibles a los insectos. Ocultar esta información podría tener graves consecuencias para este grupo. Comercializar un plato que pueda provocar un edema en personas sensibles no es una buena idea. Además, desde un punto de vista económico, tampoco tendría sentido.
¿Por qué ocultar un ingrediente con tanto valor añadido?
Uno podría preguntarse por qué se utilizan insectos comestibles para luego ocultarlos. Probablemente ya conozca sus beneficios nutricionales y ambientales. Sin embargo, la proteína de insectos aún no es competitiva frente a otras fuentes de proteínas más convencionales. Por lo tanto, es razonable pensar que una empresa que integre insectos en sus productos lo haría con un objetivo diferente al beneficio económico y trataría de capitalizar los beneficios que aportan. De lo contrario, simplemente no los utilizaría y no correría riesgos con la ley o la salud de sus clientes.
Insectos comestibles ocultos para los conspiracionistas europeos
En pocas semanas, los políticos se apoderaron del tema y denunciaron la presencia de insectos comestibles ocultos en los platos industriales. En Francia, un senador de Les Républicains criticó los supuestos planes para obligar a los europeos a comer insectos. El ministro de Agricultura húngaro expresó su preocupación por el patrimonio culinario, y en Italia se aprobó una ley anti-insectos para satisfacer a los euroescépticos del partido de extrema derecha en el poder. Esta desinformación y noticias falsas fueron denunciadas por numerosos medios de comunicación. Ni la autorización de la semilla de chía como Novel Food en 2009 ni la del extracto de arándano en 2017 hicieron desaparecer la pizza italiana o el gulash húngaro.
Conclusión: transparencia ante todo
Para concluir: ocultar la presencia de insectos comestibles en los productos alimenticios no solo va en contra de la normativa, sino que también socava la confianza de los consumidores. Un futuro transparente y responsable requiere la colaboración entre la industria alimentaria, las autoridades reguladoras y los consumidores para garantizar que la transparencia siga siendo una prioridad. Así se asegura la seguridad, la confianza y la integridad de nuestro sistema alimentario moderno. Aprendamos de los errores del pasado y esperemos que nadie «se trague el mosquito».
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